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domingo, 14 de agosto de 2011

LOS HIJOS, QUE MARAVILLOSA EXPERIENCIA EN NUESTRA VIDA

Carlos Mora Vanegas
A vosotros, que sin haber pedido venir a este mundo, nunca me lo habéis reprochado y me habéis enseñado que el egoísmo está de más, que la paciencia es un don para aprender, que la pereza no debe rondar nuestra vida, que la envidia hemos de convertirla en admiración, que el cansancio está bien pagado con un beso, que el orgullo y la superioridad maternal no es un don sino un obstáculo. Gebirg.
Afortunados, bendecidos por Dios todo aquellos que hemos tenido la oportunidad en nuestro tránsito por esta dimensión  ser padres, haber concebido a seres que se transforman en el mundo físico en nuestros hijos, porque en el espiritual son nuestros hermanos, almas que nos acompañan y nos acompañaran de acuerdo a nuestro roles, experiencia, acciones que realicemos en cada ocasión que nos encontremos.
En esta oportunidad,  se tuvo la gran dicha de dar vida  a seres, que como todas las cosas en el mundo de las formas perecederas, en lo terrenal, donde  todo es transitorio, en donde no manejamos nuestro tiempo de vida, ni sabemos cuándo nos toca partir, sabemos que se irán , además de que descubrimos que  muchas veces desperdiciamos el tiempo de vida de estar unidos con la familia, con los hijos y así aportarle  la luz que ilumine la senda por donde deben  transitar en pro de nuestro crecimiento como grupo  y en lo  individual.
Lo cierto, que muchas veces  se desperdicia la oportunidad de compartir, conversar, aprender, experimentar y sobre todo, crecer como personas y en el espíritu, muchas veces,  por no estar atentos, despiertos, prisionero de  emociones, sentimientos humanos artificiales superfluos que al activarse se les dio vida y se generan seres que se transforman en hijos. Algunos esotéricos dirían, que eso estaba programado así, productos de karmas en donde se tenían que volverse a encontrar las personas que mantienen  deudas pendientes u otras,  que quieren experimentar con ese grupo familiar  para crecer espiritualmente.
 Lo cierto,  que   nos convertimos en padre, en donde somos responsables de proporcionar los conocimientos, necesarios para que cada uno de los hijos que se les dio vida, cumplan con su misión, línea de servicio, generen los cambios y transformaciones que los conlleve a saber aprovechar la oportunidad de vida que se le ha dado.
Se nos olvida como muy bien lo recuerda y señala mercaba.org, que  los padres deben saber que son los primeros educadores de la fe en sus hijos, no deben delegarla en profesores, ni en sacerdotes, deben tener tiempo para hablar a sus hijos de Dios, igual que les  hablan de otras materias, con ello no coartan la libertad de sus hijos  sino que les están dando el alimento que necesitan aunque el niño no  lo pide, (como tampoco lo pide un bebé), necesitan el alimento para que aumente la vida de la gracia que recibieron en el Bautismo, y esto  es porque el niño, antes de los siete años no comprende nada pero  imita y actúa espontáneamente, hace lo que ve en sus padres y así  adquirirá una serie de hábitos, que suponen una exigencia por parte
de los padres.
 Es justamente la infancia, un período maravilloso para  convivirla dentro de un entorno familiar de armonía, compartir, guiar, a fin de ir despertando la necesidad de estar siempre atento en alimentar el espíritu y así asegurar una unión familiar  consistente. Desafortunadamente, no todos se dan cuenta de lo que ello representa, más cuando se viene contaminado de deformaciones y en donde muchas de las virtudes, valores no se han cultivado y los resultados se manifiestan en la forma como la familia actúa, especialmente cada uno de los hijos, simplemente por no estar atento en su carácter, personalidad, inquietudes,  y por no querer visualizar lo que el espíritu demanda al surgir en esta dimensión.
Lo cierto, que ya el hecho de aparecer los hijos, ellos  activan una energía muy especial de acuerdo al nivel de cada uno y del compromiso contraído en otras vidas, otros roles que de sabérsele identificar, manejar legan alegría, armonía, crecimiento, niveles muy especiales,  que el espíritu los disfruta intensamente.
 Muy hermosos, por ejemplo lo que sobre ello nos aporta  Gebrig cuando recuerda a sus hijos  y señala por ejemplo: A vuestros pocos llantos que me hicieron ver como se construyen los hombres.
A vuestras miradas fijas que desarrollaron mi intuición para descifrar vuestros malos momentos.
A vuestras picardías que habéis compartido conmigo en una complicidad escondida.
A vuestros enfados que eran los míos y donde vi que el cariño no se pierde sino que se hace más fuerte.
A vuestras largas conversaciones que me han hecho aprender sobre todo aquello que yo no había pensado.
A vuestra humanidad que me apacigua el alma.
 Pero también es muy hermoso, trascedente los que   manifiesta el gran poeta Kahlil Griban:
Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de si misma.
No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen.
Puedes darles tu amor pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellos viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti.
Porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea para la felicidad!!
 En definitiva, nunca debemos abandonar a nuestros hijos, hasta que puedan transitar solos,  respetarle su libertad, orientarlos, conversar, colaborar y sobre todo, compartir todo aquello que le ayude a crecer como persona y  en lo espiritual.
No olvidemos tampoco,   lo que nos indica unmensajeparati.wordpress.com,  que  por más seguridad, protección y manutención que puedan sentir junto a sus padres, los hijos nacieron para surcar los mares de la vida, correr sus propios riesgos y vivir sus propias aventuras
Los hijos nacen de los padres, pero deben convertirse en ciudadanos del mundo.
Los padres pueden querer que haya siempre una sonrisa en los hijos, pero no pueden sonreír por ellos.
Pueden desear su felicidad, pero no pueden ser felices por ellos.
La felicidad consiste en tener un ideal para buscar; y la certeza de estar navegando en mareas abiertos, con rumbo y marcación hacia ese logro. He de esperarse que nuestros hijos si han cultivado su espíritu, nos perdonen nuestros errores y sean mejor padres que nosotros. Porque así sea…


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