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viernes, 28 de enero de 2011

CALIDAD EDUCATIVA EN LAS UNIVERSIDADES VENEZOLANAS

Calos Mora Vanegas
Donde hay educación no hay distinción de clases Confucio
Últimamente a nivel nacional se ha venido comentando sobre la ley de educación en donde las universidades nacionales, se han  pronunciado al respecto, haciendo ver su disconformidad con los procedimientos que el actual gobierno bajo la dirección del teniente coronel Hugo Chávez Frías  siguió en su primera instancia,  cuando se aprobó una ley a fines de diciembre del 2010 por la Asamblea Nacional   sin haberse tomado para nada la opinión de las universidades , lo que ella encerraba , sus irregularidades, su ilegalidades, atentado contra la autonomía,  la ausencia del análisis e importancia de la calidad educativa  , en fin ,sobre su cuestionado alcance y repercusiones  todo bajo una visión ideológica socialista.
Afortunadamente, el presidente Chávez se dio cuenta de esta mala decisión y  tomó la decisión asertiva de no aprobar la ley, remitirla de nuevo a la Asamblea  Nacional  a fin de hacer que su contenido, objetivo, finalidad, artículos,  reúna el conceso de todos los actores involucrados, dentro de una verdadera democracia, participación, evitando de esta forma,  generar conflictos, protestas, desacuerdos que en ningún momento favorecen sus aspiraciones de postularse a la reelección en el 2012.
Consideramos que en el análisis, formulación de la nueva Ley se considere lo que representa la calidad académica, buscar la forma como asegurar que esta sea una realidad, más ante un hecho cierto que sabemos, especialmente los que estamos en el ejercicio de la  educación, que la calidad de la educación  venezolana esta muy cuestionada.
 Es necesario, que se  redefinan muchos tópicos que involucra la calidad académica como lo concerniente a docentes, programas de estudios, actualización, investigación, gerencia educativa, todo ello  a fin de que se de paso a que surja esa calidad académica que el tiempo presente exige.
 Muy cierto, justamente al respecto lo que aporta  Alexander Vega Miranda, que nadie puede objetar la calidad como objetivo de un proyecto, de una institución o de un programa de acción. Todos desean una Educación Universitaria de calidad, nadie quiere una Universidad mediocre. La búsqueda de la excelencia, grado máximo de la calidad, es un argumento inatacable. Sin embargo, se torna en problema cuando intentamos precisar en qué consiste la calidad en la educación universitaria, puesto que el concepto en general representa ambiguo y equívoco.
El énfasis actual en la calidad, característico en el ámbito general de la educación, se manifiesta de forma inequívoca en el sector universitario donde se proyectan, además, las tendencias que apuntan al control de las empresas económicas. En efecto, durante la última década, la preocupación por la evaluación de la calidad de la educación universitaria, constituye un rasgo esencial de la educación superior en los países más desarrollados. En Europa, la evaluación del profesorado universitario (calidad de la docencia y productividad científica) es una práctica generalizada; y la tendencia a converger con las corrientes europeas y americanas en su preocupación por la calidad de la educación universitaria se refleja nítidamente en América Latina, en la multiplicación de congresos y reuniones nacionales e internacionales sobre el tema.
Muy interesante lo que aporta Vegas, cuando se refiere , que el movimiento actual en pro de la elevación de los niveles de calidad de la Educación superior propone, en primer lugar, un esfuerzo clarificador del concepto de calidad y sus implicaciones. La primera aproximación específica a la calidad educativa, además de la permanente y tradicional referencia a una "buena educación", a un "buen plan de estudios" o a una "buena Universidad", corresponde históricamente al periodo de euforia planificadora y desarrollista, centrado en la década de los años sesenta y el concepto es utilizado sin claras connotaciones teóricas.
La calidad se atribuye a la acción de los factores cualitativos, es decir, aquellos elementos que no pueden expresarse cuantitativamente, o presentan serias dificultades a la cuantificación. Estos elementos están relacionados fundamentalmente con los procesos que determinan la llamada Eficacia Interna del Sistema o Calidad de la Educación (Diez Hochleitner, 1969; Beeby, 1970).
 Nos recuerda Vegas además, que recientemente, y en relación con este tema, la calidad como eficacia interna de los sistemas e instituciones de educación universitaria aparece como reacción a la insuficiencia de los indicadores cuantitativos de eficacia y productividad, y se vincula con las características, consideradas cualitativas, de los procesos y productos de la Universidad. Sin embargo, actualmente la educación superior no sólo preocupa a los participantes en el proceso educativo (profesores, alumnos, investigadores y rectores universitarios) y, a los gobiernos y sus agencias, sino también a los empresarios y empleadores que consideran a las instituciones universitarias como centros de capacitación de profesionales de alto nivel y de producción de conocimiento y tecnología esenciales para mantener el ritmo de desarrollo económico. Por esto, se ponen de manifiesto nuevas vinculaciones de la calidad universitaria con factores de costo-efectividad y costo-beneficio.
En el contexto de la educación superior,  señala Vega, el concepto de calidad, según los requerimientos del cliente, provoca varias interrogantes. Primero, ¿Quién es el cliente de la educación superior?; ¿Son clientes los estudiantes o las agencias que aportan recursos; los empleadores o los padres que pagan por la educación de sus hijos? ¿Qué son los estudiantes?, ¿Son clientes, productos o ambos? O quizás se debería hablar de los estudiantes como "consumidores" de la educación, pues son ellos quienes ingresan al sistema, "sufren" el proceso y emergen "educados".
 Muy interesante también los que nos aporta  Vegas en su análisis, que calidad tomemos en cuenta que calidad  es un concepto filosófico, sus definiciones varían y, en cierta forma reflejan, diferentes perspectivas del individuo y la sociedad. En una sociedad democrática, donde debe existir espacio para que mucha gente piense distinto, no hay una única y correcta definición de calidad y, como es un concepto relativo que depende del individuo que lo utilice. Por eso, es posible que sea definido según un abanico de cualidades. No obstante, se podría tratar de definir los criterios que cada actor interesado utiliza cuando juzga la calidad de una institución. Este enfoque pragmático llama a establecer un conjunto de criterios que reflejen aspectos de calidad de sentido común y busque formas convenientes para cuantificar dicha calidad (sin que estas formas se conviertan en fines).
Disponer de un conjunto de criterios desde la perspectiva de distintos grupos y no sustentar una definición unívoca de calidad puede ofrecer una solución práctica a un asunto filosófico altamente complejo, no porque se carezca de una teoría subyacente, sino porque diferentes grupos tienen el derecho de ostentar distintas perspectivas. Es decir que, es perfectamente legítimo que las agencias gubernamentales demanden eficiencia en los recursos invertidos, que los padres y estudiantes exijan excelencia, que los empleadores esperen un producto con aptitud para un propósito y que la comunidad en general considere que en la educación superior debe haber calidad total.
En definitiva, se debe ahondar en dejar garantizada en la nueva ley de educación a ser aprobada,  la calidad educativa, no olvidando lo que nos aporta Graells, (2002)  que: "La calidad en la educación asegura a todos los jóvenes la adquisición de los conocimientos, capacidades destrezas y actitudes necesarias para equipararles para la vida adulta."
Además señala que un sistema educativo de calidad se caracteriza por:
• Ser accesible a todos los ciudadanos.
• Facilitar los recursos personales, organizativos y materiales, ajustados a las necesidades de cada alumno para que todos puedan tener las oportunidades que promoverán lo más posible su progreso académico y personal.
• Promover cambio e innovación en la institución escolar y en las aulas (lo que se conseguirá, entre otros medios, posibilitando la reflexión compartida sobre la propia práctica docente y el trabajo colaborativo del profesorado).
• Promover la participación activa del alumnado, tanto en el aprendizaje como en la vida de la institución, en un marco de valores donde todos se sientan respetados y valorados como personas.
• Lograr la participación de las familias e insertarse en la comunidad.
• Estimular y facilitar el desarrollo y el bienestar del profesorado y de los demás profesionales del centro.

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