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martes, 25 de enero de 2011
UNA MIRADA A LA PSICOLOGIA EN LA HISTORIA
Carlos Mora Vanegas
Considerando como se debate nuestro mundo actual, con mucha violencia, con una pobre seguridad en el logro del orden social y del avance, motivo de interes para algunas disciplinas que directamente investigan , estudian como ello influye en nuestra conducta, es por lo que nos conviene recordar lo que la psicología nos ha legado en su historia, y especialmente, para incrementar nuestra cultura, que deja mucho que decir en nuestro sistema, sobre todo, el concerniente en nuestras universidades.
Recordemos, que la génesis de nuestra conciencia histórica, está arraigada a una vieja polémica y sin duda alguna, a una honda antítesis que estremece el vasto campo del pensar y del sentir humano. El ser humano en sus primeros atisbos racionales no atinaba orientarse en la marejada interminable de los objetos y los fenómenos, las apariencias y las esencias. por lo tanto, fue relativamente tardío el ascenso a un dominio especulativo claro del universo y desde entonces no ha dejado de vibrar con toda energía la vieja polémica y la honda antítesis entre el ser y el devenir, entre el espacio y el tiempo, entre el ser estático y el ser histórico, entre la naturaleza y el movimiento, entre la sustancia y la transformación, entre el producto y la dirección. Por supuesto, esa contraposición dialéctica tiene nombres propios en la misma aurora del pensamiento filosófico y se denomina Parménides de Elea , todo lo que sea presencia inmóvil del ser, en tanto que la referencia a la tensión viva y dinámica, nueva y creadora se vincula a Heráclito de Efeso. Vale decir, que ellos dirigen desde el fondo de los tiempos la marcha o la detención, la regreción o la progresión del sentido que tengamos de la vida. de la historia, del cosmos.
Se dice, que fueron muchos los siglos que vieron campear victoriosa, la imagen eleática y el pensamiento y la acción, entonces inhibieron su impulso conteniéndolo muchas vedces, así como la audacia expansiva y creadora de su vitalidad. Considérese como Aristóteles consagro la visión parmenídea del universo y aunque llevaba implícito el movimiento de su obra, jamás entendió la autonomía del devenir ni la pujanza creadora del acontecer. Nada deviene que no haya sido antes, era su irrevocable divida filosófica, tratando de dar entender con ello que el movimiento es el paso de un estado de menor perfección a uno más completo: La bellota que fluye solamente en virtud de que el roble se halla inherente en su devenir, puede ser la medida que del movimiento tiene el estarigita.
Así nuestra historia fue desarrollándose. Notándose que alborear el renacimiento, el maestro Eckehart, guiado por una mística de mayo iluminación, concibe lo absoluto como un río que corre hacia si mismo.
Por su parte Copérnico, Galileo, Keplero, Bruno, Nicolás de Cusa, en ocasiones lo hacen envuelto de un misticismo heroico, pero trágicamente, aunque más decididos con la corriente historicista. Siendo la ciencia y la teoría que fundan, ciencia y teoría del movimiento. También ahí se encuentra a Leibniz para quien las mondas son individualidades en perpetua tensión y realización y por su puesto, la vida un movimiento de ascensión infinita, es decir, una inquietud inacabable. A través de Teilhard de Chardin, con su evolucionismo místico en donde se entrevé en el seno de la naturaleza hermosas metamorfosis que dan vida a los bastos ciclos orgánicos, presintiendo un más allá evolutivo del hombre como la perspectiva más grandiosa de su filosofía de la historia.
Con Kant, la historia es un hilo que fluye a partir de una contraposición básica, superando la concepción lineal del devenir; la propensión a la socialización, la inclinación a la individualización; la concordia y la discordia, siendo estos pares antitéticos de cuya lucha brota el desarrollo.
En Goethe como en Fitche, encontramos la hondura y la decisión para proclamar la libre movilidad del hombre hacia la transformación creadora . Todo es una constante aspiración, un desenvolvimiento hacia lo alto y lo nuevo. Con HJegel se destruye el ser estático de Parménides, es decir, destruye el eleatismo. La unidad y la lucha constituyen para él, el resorte inmanente de toda vitalidad, por lo tanto ,comprender a un ser ya no implica solamente el compromiso de escrutar su pasado, sino también el pulsar su porvenir en el traspaso necesario hacia nuevas configuraciones: Justamente como lo indica Mauro Torres, de esa tradición en su más alta cumbre dialéctica, se vienen a desprender casi todas las corrientes contemporáneas que abrazan la concepción dinámica de la historia, aun cuando sean sus oponentes radicales, como el existencialismo angustiado de Kierkegaard; materialista como la escuela marxista; de Nietzsche, que proclama la dialéctica entre la estática apolínea y la embriaguez dionisiaca . Croce, que desechando lo que él supone muerto de Hegel se queda con lo vivo de su filosofía para entregarse a un historicismo radical; Ortega , para quien el hombre no tiene naturaleza, sino historia; para Spengler, quien llega a dividir el campo del conocimientos en una concepción del universo como naturaleza y en una concepción del universo como historia y así Maritain, Cassirer, pero sin embargo, solo Karl Poper no ve más que miseria en todo el historicismo.
De lo anterior se nota sin duda alguna, para un psicólogo su primera tentación es llevar el psicologismo al fuero de la historia, y aquí cabe recordar al respecto a Dilthey, cuando opinaba, que nuestro conocimiento no se limita a las elaboraciones conceptuales del intelecto, sino, que abarca la totalidad de nuestras fuerzas psíquicas, que nos entregan la verdad en vivencia internas cargadas de significado, por haberse disuelto en ellas el objeto histórico. Justamente si la psicología ha de tener un sitio, debe ser en esta corriente de infinitas vertientes que es la historia.
Sin embargo, considérese también, que si la sicología debe abandonar sus pretrenciones de suplentar a la historia, tiene que saber, que su radio de comprensión es infinito. Es la sicología en la historia, una ciencia del hombre que estudia el reborde sicológico de los hechos de los hombres. De esa manera, puede seguir toda la trayectoria desde la fusión zoológica y cósmica, hasta las cumbres de la individualidad y la madurez de los pueblos, desde las nieblas mitológicas y oníricas hasta las despejada historicidad.
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