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jueves, 7 de abril de 2011

GLOBALIZACIÓN, INDUSTRIALIZACION Y CULTURA

Carlos Mora Vanegas
El verdadero éxito de la globalización se determinará en la medida en que la misma permita disfrutar a cada persona de los bienes básicos de alimento y vivienda, educación y empleo, paz y progreso social, desarrollo económico y justicia. Juan Pablo II
Introducción
 Se dice, que hay un mercado mundial, una cultura de masas globales, pero persisten Estados Nacionales, y como ellos se han debilitado bastante por las políticas neoliberales, la globalización puede ser vista como amenaza par su integridad y para su fundamento que es la cultura.
 Para todo estudioso de la ciencia administrativa, y para que ello que le interesa las repercusiones que se han derivado de la Globalización, su incidencia en algunas economía, en la cultura , no puede ignorarse lo que la Globalización ha venido desempeñando. De ahí nuestro interés de adentrarnos en su alcance, lo que representa.
 Generalidades, consideraciones básicas
 No se puede  ignorar,  lo que representa la Globalización en el escenario mundial, así como la industrialización en pro de la conquista de nuevos mercados, la colocación de todos aquellos productos y servicios que garanticen ganancias y consolidación de las grandes empresas, especialmente  en los países desarrollados, en los grandes bloques económicos, todo ello merced a las debilidades de los países no desarrollados , especialmente aquellos que se han mantenido y siguen dependientes  en  importación de tecnología, como el caso específico que nos concierne el de Venezuela, que en el presente paga un precio serio al respecto, un costo que afecta significativamente al venezolano.
Sabemos que se ha comentado, que la globalización consistiría básicamente en una ampliación del mercado hasta constituirse en espacio común para guiar la producción, el intercambio, la distribución y el consumo de bienes y servicios entre los países y habitantes de todo el mundo. Lo importante es evaluar de que forma ello incide en la cultura de cada país involucrado, como operan las industrias culturales.
Es importante destacar en el análisis, que en el debate latinoamericano (publicado por la Revista Andrés  Bello) se ha analizado este fenómeno mundial peor dos caminos: unos consideran que está en peligro lo que somos ( o más bien lo que vamos siendo y produciendo a través de las industrias culturales), o sea, nuestra  particularidad cultural, ante la mundialización de ciertos modelos culturales ajenos hegemónicos. Ellos piensan, que debemos globalizarnos  pero sin regalar ni hipotecar nuestro patrimonio cultural nacional. Al respecto de esto caben las preguntas:¿ Lo está controlando el Gobierno Nacional? ¿Cómo afecta a nuestra cultura? ¿Qué medidas deben tomarse al respecto?¿ Cómo actuarán las industriales culturales del país?.
 Otros, en cambio, ven la globalización como una gran oportunidad de integrarnos al primer mundo, ya no en lo político, ni económico, sino en las comunicaciones y en la imagen. Y, que por lo demás, en última instancia consideran que esa inserción internacional no depende ya de las élites  que actúan a la defensiva, sino de las masas de consumidores anónimos que sintonizan sólo aquello que ellos quieren ver de entre múltiples y variadas ofertas para todos los gustos.
Lo cierto, como lo comenta B. Subercaseaux, las industrias culturales locales, no pueden ignorar a la globalización y quedar al margen, no son ajenas a las grandes tendencias de la economía contemporánea: la creciente globalización y tras nacionalización de la cultura ( de la publicidad, de la labor editora, de la producción audiovisual, etc.) no es ajena a la internacionalización de la economía y a la relación insoslayable entre pasividad y mercantilización. De ahí, la inquietud de cuál deberá ser el papel del estado en este escenario que no se puede eludir, que ya se está manifestando.
Para N. Lechner (Política y Cultura y viceversa, Cuadernos del Foro 90, Estado y cultura No.5, CINDE, Santiago, Chile, 1993), señala que el Estado esté llamado a actuar sobre un campo cultural cada vez más internacionalizado, implica desarrollar una política cultural moderna que asuma, sin más ese hecho. La globalización es un hecho irreversible y, por tanto, insistir en afirmar en defender la cultura nacional contra la contaminación por ideas foráneas, sólo va a significar mantenerse  en posturas defensivas y proteccionistas que a nada conducen.
Lo cierto que para Lechner, América latina tiene que ponerse a la ofensiva de los cambios, fomentando la libre circulación de ideas y colocando a la producción cultural nacional en el circuito internacional.
Pero insertar lo nacional en lo global nos vuelve a colocar en el tema del fomento a la producción cultural nacional. Y justamente, el problema de la globalización es que lo nacional, por sí mismo, no penetra en el mercado internacional masivo y absorbido por lo foráneo, puesto que existen estructuras de intercambio cultural desiguales a nivel mundial
Hay que tomar en cuenta las palabras de García Canclini (Consumidores y ciudadanos; Conflictos multiculturales de la globalización: Ed. Grijalbo, México, 1995), de que en  el área cultural, pese a la multiplicación de organismos integradores desde los años cincuenta ( OEA, CEPAL; ALALC, etc) ni siquiera hemos logrado establecer entre los países de América Latina  las formas de colaboración duraderas y de conocimiento recíproco. Sigue siendo casi imposible encontrar libros centroamericanos en Montevideo, Bogotá, Venezuela o México. Nos enteramos por las agencias de noticias estadounidenses,  que filmes argentinos, brasileños y mexicanos ganan premios en festivales internacionales, pero eso no ayuda a que sus imágenes recorran el continente.  Nuestras publicaciones, películas y obras musicales entran tan poco y tan mal en Europa y Norteamérica como nuestro acero, cereales, artesanías.
En síntesis, lo que se está planteando es que existiendo una desventaja comercial, no la hemos asumido, ni hemos tratado de contrarrestarla por la vía de la integración cultural. Por ello, corremos el riesgo de ser totalmente invadidos por los bienes culturales extranjeros, lo cual no es malo en sí, pero sí lo es en la medida que anule a lo nuestro.
Docente de postgrado, UC









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