Carlos Mora Vanegas
“Al perdonar a otra persona por algo que nos ha hecho, lo que estamos diciendo es : Ya no tienes el poder de controlar lo que soy, lo que pienso y el modo de comportarme en el futuro. Ahora soy el único responsable de todo ello”Wayne Dyer
Cuando nos hemos propuesto crecer en lo personal, profesionalmente y en lo espiritual, debemos de estar plenamente identificados en que lo hacemos, para que nuestro tránsito, mientras permanecemos en esta dimensión, sea lo más provechoso, lo mejor en pro de nuestro crecimiento, en donde nuestras acciones se tornen nuestro aval en pro lograr ese estado de felicidad que siempre anhelamos, esa armonía tan deseada,
No debemos justificar nuestros errores, debemos ser humildes en reconocerlo y sobre todo, estar plenamente identificado con los cambios para que no vuelva a suceder. No debemos de excusarnos, por el contrario, debemos de afrontar los retos, aprender de los fracasos, huir del autoengaño, hay que buscar las puertas que nos conduzcan a conocernos, a identificarnos en nuestras imperfecciones.
Se ha preguntado si realmente reconoce sus errores, ¿qué está haciendo para que estos no vuelvan a darse? ¿Cuáles son las causas que lo originaron? ¿ Qué repercusiones ellos han originado en sus relaciones, en su crecimiento?¿ cómo los justifica?. Lo cierto, que como destaca Francisco Gavilán, psicólogo y escritor (Yo no he sido. Excusas, disculpas y justificaciones que utilizamos para protegernos; Editorial Edaf) vivimos agobiados por el peso de las culpas. Educados más en el temor al castigo que en la libertad responsable, hemos aprendido una infinita variedad de trucos para eludir la realidad: mecanismos de defensa, autoengaños, coartadas mentales, justificaciones, disculpas...
Las excusas son moneda común en nuestra vida diaria: todos aprendemos a utilizarlas con habilidad desde nuestra más tierna infancia. Pero puede perjudicar nuestro crecimiento personal porque impiden que aprendamos de los errores, que destapemos los conflictos internos y, en definitiva, que nos conozcamos a nosotros mismos.
Gavilán nos recuerda, que las excusas son tácticas de supervivencia que emplea la mayoría de las personas para justifica y protegerse de situaciones que producen ansiedad. Mecanismos psicológicos para huir de una realidad que no se acepta. No le ha sucedido a usted?¿Cuánto está dependiendo de las excusas? ¿Qué está haciendo al respecto para eliminarlas? ¿ Por qué ha dejado que ellas siempre se manifiesten ante sus errores? ¿Cuánto ha deteriorado por ello su autenticidad?.
Pregúntese simplemente ¿le cuesta aceptar sus errores? , el darse cuenta que es culpable de ellos, por no estar atento, qué ha sido por ello afectado en su crecimiento, que le ha dado vida a Yoes falsos, paso a la inseguridad, a la justificación, a la ansiedad y hasta la depresión.
Ha pensado, que por no haber estado atento, evaluado la situación, analizado, enfrentado con la convicción del éxito del logro propuesto, ello lo hará una persona frustrada, un constante justificador de errores, de echarle la culpa a alguien por lo no alcanzado. Estima que nuestros errores harán por ejemplo, que se nos quiera menos, que se nos considere menos inteligente, inseguro, que atenta contra la autoestima, y por ello es mejor valerse de excusas.
Lo invitamos aprender de sus errores, evaluar objetivamente sus causas y proponerse a qué estos no se vuelvan a suscitar por sur culpa. El error, nos dice Gavilán, es una oportunidad que nos da la vida para progresar y aprender, lo que es muy cierto, porque nos ayuda a descubrir nuestras debilidades, su razón de ser y nos invita a trabajar en ello. No podemos justificarlos con excusas, mecanismos de defensa que nos hagan sentir bien transitoriamente, al contrario, como ya se ha mencionado se debe realizar una introspección objetiva para ver que es lo que ocultamos tras de esas disculpas.
No debemos dejarnos atrapar por los errores, debemos enfrentarlo con la convicción de que estos deben desaparecer, evitar que se nos manifieste una disonancia cognoscitiva, debemos tener la seguridad de que nuestras acciones son llevadas a cabo con la convicción de lograr lo propuesto.
Gavilán nos señala, por ejemplo, que si una persona sabe que fumar es malo y sigue fumando, podría parecer que es una actitud estúpida. Entonces tiene que inventarse una excusa: fumar le calma los nervios, dejarlo lo engorda... Así consigue deshacer esa disonancia cognitiva.
Gavilán nos recuerda además, que dejemos a fuera los autoengaños y que sepamos bien que: .- TENER buena o mala suerte no es tanto cuestión de azar como de personalidad y de actitud ante la vida: Existe una estrecha relación entre el carácter de una persona y los acontecimientos, buenos y malos, que le ocurren. .- ECHAR la culpa de los propios errores a factores que están fuera de nuestro control impide que identifiquemos el problema, asumamos su responsabilidad y desarrollemos su potencial para transformarlo. .- NO TODAS. Las adversidades pueden controlarse, pero si uno cree que el destino ya está escrito, no importa que decisiones adopte ante cualquier situación: aquél se cumpliría inexorablemente y nuestras iniciativas no tendrían sentido.
.- LAS PERSONAS con mejor evolución personal, social y económica son las que no emplean disculpas para afrontar los contratiempos, sino su propia capacidad de iniciativa y de esfuerzo personal. .- ES POSITIVO que quienes han conseguido una meta o cualquier éxito en la vida lo consideran fruto de su inteligencia y de su preparación. De igual modo, ante las dificultades y fracasos, habrá que valorar la responsabilidad.
Por último, ante la realidad de enfrentar los errores, no olvidemos de que proyectamos las responsabilidades sobre los demás para no asumirlas nosotros y es más fácil decir: Fue el profesor el que me aplazo, él es el culpable, me tiene rabia, no le caigo bien, buscando siempre justificaciones. Pero lo más extraordinario, nos recuerda Gavilán es que también culpamos a los objetos y a todo tipo de situaciones. Por ejemplo, el conductor que atribuye un accidente a la niebla, a la lluvia, cuando es él el quien debe decidir parar si no hay suficiente visibilidad. Lo cierto, que no se deje también además atrapar por las creencias exacerbadas y atribuirle sus fracasos a la mala suerte, al destino a la voluntad de Dios. Todo ello, porque este tipo de excusas generan pasividad, no hay reflexión que propicie el cambio, ningún avance solo resignación.
Tal como lo dice Ana García Piñán, reflexione sobre el pensamiento de R. Kipling “ “Yo nunca cometí un error en mi vida; al menos, ninguno para que el que no pudiera dar luego la correspondiente explicación”. No lo descuide
Docente. Titular , Área de postgrado de Faces,UC.
Ingeniero- Administrador
Exatec
Anotaciones de cátedra Comportamiento Organizacional, Programa especialidad Gerencia de la Calidad y Productividad . Aula virtual, Faces, Universidad de carabobo
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